miércoles, abril 19, 2006

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BARES

La sombra oscura de la muerte me acompaña en un bosque impenetrable, en el que cada sendero conduce irremediablemente a una taza de café, en la que solo las manchas indelebles del dolor quedan sobre la superficie sin esporas ni matices cromáticos que confunden las retinas de los dragones sedientos de fuego, en sus hocicos hediondos a hollín, que causan nauseas hasta el mas hediondo de los sapos escandalosos en los pantanos desolados de la vida nocturna, de todas aquellas personas que junto a mi, solo recuerdan que el día existe cuando se acaba de nuestras copas el elixir delicioso de las uvas milenarias, plantadas en las praderas oblicuas del tiempo y el alcohol en las venas.